El agua corporal proviene de tres fuentes principales: el agua líquida que ingerimos, el agua de los alimentos sólidos y el agua producida en pequeñas reacciones metabólicas. Este aporte de agua es fundamental ya que hay numerosas pérdidas por orina, heces, transpiración cutánea y respiración. Estas pérdidas se ven aumentadas o disminuídas en función de la actividad de nuestro organismo.
Se recomienda al menos dos litros para que nuestro organismo pueda realizar las funciones anteriores. Hay casos en el que esta cantidad tiene que ser aumentada ya que no sería suficiente. Varios ejemplos de ello serían las personas que en su dieta diaria consumen grandes cantidades de carne, aquellos profesionales que tengan duras condiciones de trabajo, en los días de calor, quienes padezcan fiebre o diarrea, en dietas de adelgazamiento o en las ricas en sal.
En personas de avanzada edad es muy importante una buena hidratación ya que su organismo no es capaz de retener tan bien el agua. Nacemos con un 70% de agua y cuando envejecemos este porcentaje disminuye hasta el 50%. Además de esta menor retención, los ancianos van perdiendo la sensación de sed por lo que el problema se agrava.
Así como se debe potenciar la ingesta de agua en mayores se debe evitar esto con los niños recién nacidos. Entre los 0 y 2 meses toman agua a través de la leche tanto preparada como materna. El consumo de agua en este período puede ser hasta peligroso según pediatras ya que se produciría una eliminación importante de sodio y esto podía provocar problemas en la regulación de la temperatura corporal, hinchazones abdominales o ataques. En meses posteriores se pueden ir introduciendo pequeñas cantidades de agua e ir incrementándolas periódicamente.
El consumo irregular de agua provoca deshidratación y sobrehidratación. La deshidratación se da cuando consumimos menor cantidad de agua de la que nuestro organismo necesita. Los efectos de ello son el aumento de la temperatura corporal, tensión baja, confusión mental, dolor de cabeza e irritabilidad, estreñimiento. Existen tres tipos de deshidratación los cuales se resumen en el siguiente cuadro.
La sobrehidratación hace que los niveles de sodio se reduzcan de manera importante ya que se ingieren grandes cantidades de un líquido que no lo posee y este se ve eliminado por las vías básicas: sudoración y orina. Esto tendrá como consecuencia la fatiga y pesadez con mayor rapidez de la normal, náuseas, mareos, hinchazón de manos y pies, punzadas en el pecho, calambres... Todo lo anterior ocurre ya que el sodio es un electrolito básico para el funcionamiento muscular y nervioso.
Como conclusión podemos decir que debemos ingerir dos litros de agua al día y regular esta cantidad según nuestra actividad, temperatura y edad. El agua es vida asique no descuides tu hidratación.
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