Los masajes tienen sus orígenes en la antigua Mesopotamia. Son un conjunto
de técnicas manuales aplicadas sobre diferentes zonas del cuerpo humano
para producir en el un efecto concreto.
Las técnicas utilizadas fueron evolucionando con el paso de los años así
como sus efectos ya que en un principio los masajes tenían como objetivo
promover el sueño o la relajación y, en la actualidad, pueden aliviar o
eliminar dolencias concretas.
Los masajes tienen numerosos beneficios sobre nuestra piel. Primeramente
tiene efectos a nivel fisiológico ya que proporcionan mayor vigor a nuestro
organismo y alivian el cansancio. Son preventivos debido a que con la palpación
podemos localiza zonas tensas o dañadas. El/La masajista se lo comunicará al
paciente para que éste trate la lesión cumpliendo así las dos funciones de un
terapeuta: educar en salud y perdurar el tratamiento. Por otra parte también
existen beneficios terapéuticos cuando se utiliza esta práctica para mejorar la
circulación, recuperar la movilidad en ciertas partes del cuerpo, aliviar o
reducir el dolor. Además mejora el bienestar y tener bajo nivel de estrés, ayudando
a la recuperación y mantenimiento de la salud. El masaje terapéutico sólo puede
ser realizado por terapeutas. También existen beneficios estéticos ya que
pueden tener como finalidad mejorar el aspecto físico eliminando depósitos de
grasa, devolviendo tono a los músculos y relajando el cansancio. En algunos
deportes se realizan masajes antes, durante y después de su práctica para
mejorar la actividad. Además tienen beneficios psicológicos debido a que como
se comentó con anterioridad. A nivel sexual provocan mayor satisfacción sexual.
Pero cuando vamos a hacer masajes debemos de tener en cuenta algunos
aspectos que pueden hacer que el masaje pierda sus beneficios o sea perjudicial
para nuestra salud.
Generalmente podemos afirmar que ante cualquier dolor que no se alivia con
el masaje, sino que aumenta o empeora, se debe pensar que habrá alguna causa
que nos indica que el masaje está contraindicado y se debe sospechar que hay
algún problema nuevo o que el diagnóstico y el tratamiento no son los adecuados,
por lo que en todos los casos debemos remitir el cliente a su médico para una
nueva valoración.
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En definitiva, si no estás en ninguna de las situaciones anteriores, hazte un masaje, no es necesario que estés enfermo o tengas dolor.
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